Comentarios sobre el documento de la Comisión Europea. Europa 2020.
El
documento expone la base ideológica para la reestructuración y recuperación de
Europa para la próxima década.
Para
ello, se ha diseñado una estrategia basada en tres principios básicos, tales
como, el crecimiento sostenible, inteligente e integrador. Con ello, se han
marcado objetivos en materia de empleo, una inversión en I+D, junto al
cumplimiento de directrices medioambientales, aumentando la escolarización y
reduciendo la pobreza.
La
aplicación de estas medidas debe realizarse a nivel nacional con los
presupuestos de fomentar la innovación e investigación, mejorar los resultados
a nivel educativo, la creación de una agenda única digital, promover la
eficacia energética, apoyar una base industrial sostenible, modernizar los
mercados laborales y la creación de una plataforma contra la pobreza.
Con
todo ello, se pretende una reforma del sistema financiero, un saneamiento
presupuestario para un crecimiento a largo plazo y el fortalecimiento de la
cohesión entre los Estados Miembros. El parlamento europeo será el canalizador
de las iniciativas clave para garantizar que todas las medidas lleguen hasta
las respectivas localidades y la propuesta tenga éxito.
Analizando
el contexto en el que nos encontramos, podemos advertir que ha habido un
detrimento del PIB, un aumento del paro y un decrecimiento industrial que nos
devuelve a la década de los noventa. En definitiva la crisis ha retrotraído el
desarrollo en veinte años, reduciendo nuestro potencial de crecimiento a la
mitad.
Más
profundamente, esto ha puesto de manifiesto las carencias de Europa en antes
del comienzo de la crisis en muchos ámbitos. Principalmente, la falta de
inversión en investigación y los entornos empresariales poco dinámicos. Por
otro lado, el problema del paulatino envejecimiento de la población desde el boom
demográfico de los 60 se traduce en un aumento de la tensión social. Y el
crecimiento de otras economías que a la par de suponer un riesgo competitivo,
crean expectativas comerciales para las empresas europeas. Todo esto se traduce
en la necesidad de una actuación conjunta, evidenciando la interconexión e
interdependencia que ya existe entre las 27 economías europeas y especialmente
en la zona euro.
Existen,
además, tres planteamientos para la recuperación. El primero y más optimista
que hace referencia a la recuperación sostenible. Otro, denominado recuperación
tibia, con un comienzo sobre una base erosionada y el más pesimista, llamado
década perdida con la subsiguiente pérdida irreparable de riqueza.
Europa
debe actuar, y para ello, la inversión en innovación respecto a otras economías
debe buscar la eficiencia. Conjuntamente, en materia de educación, también nos
encontramos con ciertas deficiencias frente a economías como Estados Unidos o
Japón. Por último, la búsqueda de una sociedad digital que pueda compartir sus
conocimientos también supone una necesidad inminente para la Europa de la
próxima década.
Concretando
en materia de educación, que es el tema que nos atañe, y en referencia al
programa “Juventud en movimiento” la UE propone lo siguiente: promover el atractivo
internacional de las instituciones educativas europeas, mejorar la calidad
general de todos los niveles educativos y mejorar la situación laboral de los
jóvenes.
Con
ello, se pretende intensificar los programas de movilidad universitaria.
Instaurar una agenda de modernización de la educación superior. Motivar el
espíritu emprendedor. Garantizar una inversión adecuada en el sistema
educativo. Y definitivamente, mejorar las expectativas de los jóvenes para su
inclusión en el mercado de trabajo.
Es
evidente, la acuciante situación de crisis estructural, financiera, social,
identitiaria y finalmente, de ideales, que ha afectado a Europa en los últimos
años. Por su parte, el documento presenta una eficiente reestructuración de
planificaciones, propuestas, valores y en muchos casos ideales a los que debe
de adherirse toda la comunidad que conforma Europa.
Sin
embargo, el documento en sí mismo, está lleno de redundancias y generalidades
que no ofertan verdaderas soluciones prácticas para las iniciativas expuestas.
En todo caso, y sin ánimo de menospreciar el carácter optimista y enérgico del
documento, este expone, el curso burocrático que las propuestas han de seguir
para que los órganos de la UE pongan en marcha estos ideales. Por el contrario,
el texto carece de especificaciones al respecto de cómo iniciar estos procesos
de forma fehaciente.
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