sábado, 8 de noviembre de 2014

El sistema educativo finlandés

    Por todos es conocida la alta calidad del sistema educativo finlandés, así como la calidad de otras instituciones del país, que han contribuido al desarrollo de una fuerte economía, lo que repercute en un alto bienestar social y nivel de vida.

    El éxito de tal sistema no es, como podría pensarse, la inversión económica del país sobre sus alumnos; es más, tal inversión es menor que en otros países vecinos. El éxito responde  a una serie de aspectos que en conjunto  construyen una educación de calidad.

    En primer lugar, cabría destacar la existencia de una ley educativa estable, es decir, que no cambia aun habiendo cambios de gobierno. De esta manera la educación no sigue unas directrices marcadas por la ideología y los intereses políticos del partido de turno.

    Por otro lado, es significativa la gran autonomía de los centros y profesores, quienes  organizan y controlan los planes de estudio según las necesidades de sus alumnos. Esta gran autonomía de decisión por parte de los profesores hace de ellos profesionales motivados, satisfechos con su profesión e interesados en tener una formación constante, es decir, tratan de mantenerse al día y ser conscientes de los cambios producidos en la sociedad y la educación con la única intención de mejorar continuamente. Mantienen, asimismo, una relación cercana y de familiaridad con los alumnos y sus padres pues, según confiesan los propios docentes, lo que les llevó a escoger la profesión no es el amor a la materia que imparten, sino el amor a la figura del alumno. De tal manera que más que expertos en la materia, son expertos en la infancia y quizás ello sea unos de los aspectos más determinantes del éxito del sistema educativo del país. 

     Respecto a los futuros profesores de instituto, además de la formación en la materia que impartirán, deben estudiar entre uno y dos años de pedagogía en la facultad de educación. En definitiva, la vocación docente es un requisito indispensable para acceder a la profesión dada la especial importancia que se le confiere en el país a la educación, y por ello a la figura del profesor, siendo una de las más respetadas.

    En cuanto a los alumnos, cada uno es igual de importante. Se busca la oportunidad de igualdades y se estudian las necesidades reales de cada uno de ellos, de manera que ninguno queda excluido del sistema. Los profesores emplean un gran esfuerzo para que todos los alumnos sigan un mismo ritmo, y ninguno quede atrás.  Así pues, es fundamental  la detección precoz de posibles problemas de aprendizaje. Aquellos alumnos que desde temprana edad muestran grandes dificultades reciben una educación especializada  por docentes cualificados para ello. Estos alumnos se sitúan en un aula independiente  (de 5 alumnos como máximo) aunque dentro del mismo centro, de manera que en aquellas actividades donde las dificultades no son patentes (manualidades, educación física, etc.) se integran con el resto de alumnos.  Para aquellos otros alumnos que sin tener dificultades generales de aprendizaje  sí presentan alguna dificultad concreta en una materia, reciben la asistencia de un auxiliar de apoyo.

    Otro aspecto significativo es la presencia de consejeros en las escuelas secundarias (uno por cada 200 alumnos). Dichos profesionales están disponibles para aquellos alumnos que busquen orientación en sus estudios y están obligados a entrevistarse con el niño al menos dos veces durante el curso escolar.

    Si bien uno de los grandes secretos del éxito del sistema educativo finlandés es el carácter activo de las clases. En éstas el profesor no ejerce un papel meramente magistral, sino que se presenta como otro recurso más dentro del aula al que pueden acceder los alumnos para complementar su formación. El profesor anima a los alumnos a la participación y utilización de los medios de conocimiento presentes en el aula, construye una atmósfera donde el aprendizaje es variado, ameno, y nunca se presenta como una obligación forzada. Así pues, el alumnado posee una gran autonomía de aprendizaje, pues tiene un gran poder de elección para regir sus estudios. Este hecho se acentúa con la edad y madurez. A partir de los 13 años, los alumnos pueden elegir entre variadas asignaturas optativas que le permitirán ir especializándose en una materia de cara al futuro. Algunas de estas asignaturas son música, deporte, dibujo, idiomas, nuevas tecnologías, etc.

    Respecto al sistema de evaluación, en Finlandia, hasta los 9 años los niños no se someten a evaluación. Posteriormente, y hasta los 11 años, son evaluados, aunque sin calificaciones numéricas. De esta manera se evita que desde la infancia se genere angustia y tensiones ante los controles y se rechace como algo negativo el aprendizaje y el ámbito escolar. Lo importante a esta edad es procurar que los niños desarrollen su curiosidad y deseo de conocer a través de diferentes materias  como la música, el deporte, la pintura, las manualidades, la lengua, etc.

    Cuando alcanzan la edad de 13 años comienzan a ser evaluados mediante  notas numéricas desde 4 hasta 10 puntos, de manera que las notas más bajas entre 0-3 no existen pues consideran innecesario crear una graduación de la ignorancia. El 4 por tanto, refiere la necesidad de conseguir un conocimiento no adquirido. Una vez en el instituto, cada seis semanas dedican una a someterse a exámenes diarios. Tras tres horas de examen el resto del día lo pueden dedicar a lo que deseen con el fin de evitar sobrecargarlos, y fundamentalmente,  el sistema de evaluación valora más lo que sabe el alumno que lo que no sabe.

    En definitiva, las claves del éxito del sistema educativo finlandés son muchas, pero ante todo prima el hecho de que el centro de la educación lo ocupa el alumno y lo importante es su desarrollo como individuo. El alumno de escuela es alguien que, siendo respetados sus ritmos de aprendizaje,  desarrollará una serie de competencias gracias a la estimulación, guía y constante atención de una serie de profesionales que ante todo aman lo que hacen.

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